HISTORIA | "El Divino" y su hijo

Ricardo Zamora, el primer gran ídolo del fútbol español, jugó contra el Betis en el Patronato, mientras que su hijo actuó en Heliópolis cuando el Mallorca debutó en Primera

Por Manolo Rodríguez


Ricardo Zamora fue la primera figura legendaria del fútbol español. Un personaje que atraía sin distinción de edades ni de sexos. El ídolo rotundo que llevaba al público a los campos y provocaba el interés de las masas. Sin duda, el nombre sagrado que marcó el camino y fue padre de todos los galácticos que vinieron detrás.

Nacido en Barcelona en 1901, Ricardo Zamora era portero. El portero por antonomasia. Lucía elegantes chalecos de colores, unas enormes rodilleras y una gorra ladeada que le conferían una personalidad irrepetible. Comenzó a jugar en el Real Club Deportivo Espanyol, el club de sus amores, pero con 18 años ya era titular en el FC Barcelona, donde ganó en tres años dos Copas del Rey y tres Campeonatos de Cataluña.

En 1920 se crea la selección española de fútbol. Otro momento trascendental. El equipo nacional se estrena en los Juegos Olímpicos de Amberes y allí estuvo Ricardo Zamora como primer guardameta. Nació el mito de la furia española y tuvo lugar la primera eclosión de un fútbol que en esos años pioneros siempre iría en paralelo a las hazañas del gran portero, al que en 1934 (tras el Mundial de Italia) empezaron a llamar "El Divino".

Zamora volvió al Espanyol y, por fin, en 1925 se le pudo ver jugar en Sevilla contra el Real Betis. Ocurrió en el recién estrenado campo del Real Patronato Obrero, donde la Junta Directiva del club verdiblanco, presidida por Ramón Navarro de Cáceres, había construido unas modernas instalaciones que tomaron el relevo del vetusto campo de "Las Tablas Verdes".

Ese nuevo campo, que el periodista Gil Gómez Bajuelo, "Discóbolo", definió como "amplio, cómodo y alegre", se inauguró los días 14 y 15 de diciembre de 1924, en sendos partidos que enfrentaron al Betis contra la Unió Sportiva Sans de Barcelona. Días después, el jueves 1 de enero de 1925, para completar los fastos ceremoniales, vino a jugar contra el Betis la poderosa escuadra del RCD Espanyol que lideraba Zamora.

Costó un dineral la contratación del Espanyol y la llegada de Zamora provocó una imponente conmoción informativa. Tan evidente que, a pesar de que vencieron los blanquiazules por 1-5, la prensa destacó por encima de todo que Ricardo Zamora había encajado su primer gol en Sevilla, ciudad en la que ya había jugado con la selección española en 1923.

El enfrentamiento entre el Betis y el Espanyol se repitió el domingo 4 de enero de 1925 con victoria mínima de los catalanes por 0-1. Aquellos duelos dejaron un recuerdo inolvidable en los aficionados béticos que, poco a poco, se iban asomando al gran mundo que traía ese deporte que tanto parecía interesarle al público.

El mencionado "Discóbolo" (quien había sido presidente del Real Betis hasta dos años antes) escribió emocionado en "La Unión" que: "Partido como el jugado el domingo se presencian, pero no se escriben, porque la fuerza emotiva de lo bello está por encima de la pobreza del léxico. El domingo el Real Betis Balompié entró por la puerta grande en la categoría de gran equipo. Recibió la alternativa de "as" de moda".

En los años que siguieron, Ricardo Zamora siempre acudió al Patronato defendiendo la portería del Real Madrid. Y a veces, los triunfos béticos fueron tan estruendosos que ya forman parte de la leyenda. Así ocurrió en aquellos cuartos de final de Copa en 1931, cuando un Betis aún en Segunda goleó por 3-0 al equipo blanco y lo eliminó del torneo. O en la gloriosa Liga ganada en el 35 en la que el gol de Timimi justificó la inmensa alegría de aquella multitud que había atestado el estadio.

Ricardo Zamora había llegado al Real Madrid en 1930 tras un fichaje que hoy abriría los telediarios. 100.000 pesetas fue lo que le pagó al Espanyol, más 50.000 para el jugador y un sueldo mensual de 3.000. Unas cantidades que tardarían décadas en repetirse, pero que le sirvieron al Madrid para ganar dos Ligas (1932 y 1933), las únicas hasta la contratación de Alfredo di Stéfano.

En la selección española su récord de 46 internacionalidades se mantuvo en pie hasta el 20 de noviembre de 1974, fecha en que lo igualó José Ángel Iribar en el estadio Hampden Park de Glasgow. Casi 40 años después de su retirada.

Como entrenador, hizo una brillante carrera que le permitió ganar dos Ligas con el Atlético de Madrid, cuando era Athletic-Aviación Club tras la Guerra Civil, y su vida siempre estuvo en el escaparate del interés público. Fue una celebridad cuyo brillo nunca se apagaba. Protagonizó películas, escribió artículos en periódicos de gran tirada, y cualquiera de sus movimientos siempre tenían reflejo en las crónicas de sociedad.

De su primer matrimonio nació en 1933 su hijo Ricardo Zamora de Grassa, quien siguió los pasos del padre y también hizo carrera como portero de nivel. Jugó en el Salamanca, Atlético de Madrid, Málaga, Sabadell, Espanyol, Mallorca y Valencia, equipo este último con el alcanzó sus mayores éxitos.

Contra el Real Betis se enfrentó por primera vez siendo futbolista del Espanyol en 1958 y a Heliópolis llegó en septiembre de 1960 cuando ya militaba en el Real Mallorca, club que acababa de vivir su primer ascenso a Primera División.

Era la primera jornada del campeonato y, por ello, el debut del Mallorca en la máxima categoría del fútbol español tuvo lugar en el campo del Betis. Un Betis que presidía Benito Villamarín y en el que se estrenaba como entrenador el checo Fernando Daucik, un técnico de enorme prestigio que ya había ganado Ligas y Copas con el FC Barcelona, el Athletic de Bilbao y el Atlético de Madrid.

Esa temporada 1960-61 era la primera sin Del Sol, aunque la plantilla se había reforzado con algunos nombres que al correr de los años serían muy importantes, entre ellos los del portero Pepín y los delanteros Yanko, Pallarés y Martín Esperanza.

Al Mallorca, por su parte, lo entrenaba el argentino Juan Carlos Lorenzo (el que llevaría en 1974 al Atlético de Madrid a la final de la Copa de Europa), quien declaró la víspera en la concentración del hotel La Rábida que el mayor hándicap de su equipo era la falta de experiencia en la categoría, a pesar de que en sus filas formaban varios jugadores con una larga trayectoria en Primera División.

El partido se disputa el domingo 11 de septiembre de 1960, a las ocho de la tarde. Bajo la luz de los focos de Heliópolis que se habían estrenado un año antes. El campo se llena y a las órdenes del colegiado vizcaíno Félix Birigay los equipos salen con las siguientes formaciones:

Real Betis: Otero; Azcueta, Ríos, Areta; Yanko, Bosch; Castaño, Azpeitia, Kuszmann, Rojas y Martín Esperanza.

Real Mallorca: Zamora; Arqué, Bolao, Guillamón; Flotats, Boixet; Oviedo, López, Hollaus, Mir y Ruiz.

Ganó el Betis por 2-0, con goles de Castaño y Rojas. El mejor de los visitantes fue el portero Zamora. Según reflejaron las crónicas, el equipo verdiblanco dominó en todo momento y se mostró más cuajado y serio que el combativo conjunto balear.

Así arrancó aquella temporada, la primera del Mallorca en la máxima categoría y que culminó positivamente al clasificarse en novena posición. El Betis fue séptimo.

Después, en los años venideros, Ricardo Zamora de Grassa volvería en cuatro ocasiones más a Heliópolis. Una con el Mallorca y tres con el Valencia. En todos los partidos estuvo bien y siempre pareció un digno heredero de su padre, aquel que fue el primer jugador superlativo del fútbol español. Al que llamaron "El Divino".