HISTORIA | Peral, otro internacional sin reconocimiento
Campeón de Liga en 1935, jugó con la selección de la zona nacional en plena Guerra Civil, pero la FIFA nunca reconoció el carácter oficial de estos partidos
Por Manolo Rodríguez
Ahora que el fútbol internacional impone una tregua en el calendario liguero, quizá sea buen momento para recordar la trayectoria en la selección española de José Suárez "Peral", otro grande de la historia verdiblanca, cuya participación en el combinado nacional nunca llegó a tener reflejo oficial en los anales de la FIFA. Un caso que, sólo de manera tangencial, se aproxima al que ya detallamos en "Historias del Betis 2" (páginas 113 a 117), referido en aquella ocasión a Rogelio Sosa, aunque por causas muy distintas y en nada parecidas.
Peral fue uno de los campeones de Liga de 1935 y, antes que eso, protagonista destacado de la final de Copa de 1931 y del ascenso a Primera División de 1932. Un brioso centrocampista, duro como el pedernal, que militó en la disciplina bética de 1929 a 1944 y que incluso después de retirado siguió prestándole importantes servicios al club como entrenador en la muy delicada década de los 40.
Nacido en Sevilla, fue titular indiscutible en la escuadra que ganó la Liga y se erigió en el gran símbolo de los valores indomables de aquel Betis adiestrado por O'Connell. Ese "equipo de fuego", como lo definió la prensa madrileña, que "suelta a torrentes la codicia y el entusiasmo, poniendo siempre cerca de cada balón en litigio a dos, tres y hasta cuatro hombres con fuego en las jugadas y codicia en los movimientos".
Peral gozó de un buen nombre desde siempre en el fútbol español y, por ello, fue reclamado para la selección en plena Guerra Civil, meses después de que las fuerzas sublevadas decidieran crear la Federación de Fútbol de la zona nacional.
Algo que ocurrió en 1937, fecha en que las autoridades franquistas, argumentando que controlaban la mayoría de las federaciones territoriales, solicitaron ser reconocidas por la FIFA y expresaron su propósito de celebrar distintos partidos de selecciones contra Portugal, Alemania e Italia.
Y lo consiguieron, ya que, a pesar de los esfuerzos del bando republicano, que lo sintió como una traición, la FIFA adoptó la salomónica decisión de reconocerle a cada Federación el control del territorio bajo su mando y les permitió concertar partidos internacionales, pero, eso sí, dejando muy claro que no tendrían carácter oficial.
Así las cosas, la Federación franquista organizó de inmediato un duelo contra Portugal. Nombraron seleccionador a Amadeo García Salazar (responsable en el Mundial de Italia de 1934) quien montó el equipo sobre la base de sacar de las trincheras a los jugadores combatientes. Pero la primera experiencia no pudo salir peor: Portugal se impuso 1-2 a España en Vigo, siendo este el primer partido de la historia que la escuadra lusa le ganaba a la española.
Tamaño bofetón, recibido con las lógicas burlas en la zona republicana, obligó a los dirigentes franquistas a preparar con más cuidado el choque de devolución de visita que se jugaría en Lisboa el 30 de enero de 1938. Para ello se concertaron diversos partidos preparatorios contra equipos locales y se amplió el número de futbolistas seleccionables. Y entonces apareció Peral.
Su primera presencia fue en Salamanca, jugando de defensa, aunque una lesión del portero Guillermo Eizaguirre lo obligó a actuar un rato de portero. Después, los jugadores convocados se vinieron hasta Andalucía, disputando un amistoso contra una selección sevillana en el campo del Patronato, en el que tuvieron minutos, asimismo, los también béticos Telechía y Saro.
Ya en enero se montaron partidos en Cádiz, Málaga y Granada y las pruebas más serias tuvieron lugar de nuevo en Sevilla, en dos duelos con enorme eco en la prensa de la época. En el primero de ellos jugó con la selección de Sevilla Pepe Valera y al final de los mismos se ofreció la relación de los jugadores que acudirían a Portugal. Una lista definitiva en la que, finalmente, estaban Peral y Saro.
Lo que cambió en aquellos días fue la dirección del equipo. Amadeo García Salazar sufrió un grave accidente de carretera el día de fin de año de 1937 y estuvo a las puertas de la muerte en el hospital militar de Valladolid. Lo sustituyó como seleccionador Ramón Encinas, quien concentró al equipo en el hotel Oromana, de Alcalá de Guadaíra.
De ahí partieron hacia Lisboa y tampoco hubo suerte. Otra vez se impusieron los portugueses, ahora por 1-0. Peral fue titular, compartiendo línea media con el ex bético Soladrero. El combinado nacional vistió de blanco, con el yugo y las flechas en el escudo, y alineando una escuadra que nunca tuvo reconocimiento oficial. Esta en concreto: Guillermo Eizaguirre; Ciriaco, Quincoces; Peral, Soladrero (Aranaz), Germán; Epi, Vergara, Campanal, Herrerita (Agustín) y Vázquez.
Tan severo revés dio pábulo a toda clase de comentarios. Se dijo que los futbolistas fueron represaliados, pero las cosas no debieron llegar a tanto porque en el mes de febrero disputaron tres nuevos partidos en el Norte de África (Ceuta, Tetuán y Melilla) en los que Peral volvió a ser titular en dos de ellos y Saro llegó a jugar unos minutos en el encuentro de Tetuán.
Después de aquello, algunos futbolistas volvieron al frente y otros a la retaguardia, como fue el caso de Peral, quien, en 1939, concluida la contienda, volvió a ser fijo en las alineaciones verdiblancas.
Jugó en el Real Betis hasta 1944 y el 10 de septiembre de ese mismo año fue homenajeado por el club en un partido amistoso disputado contra el Murcia. Recibió la Medalla al Mérito Deportivo que le impuso el presidente de la Federación Sur y esa tarde tuvo la satisfacción de ver cómo defendía la camiseta verdiblanca su íntimo amigo Guillermo Campanal, una de las grandes leyendas del eterno rival.
Debutó como entrenador del Betis en diciembre de 1944 y en diversas ocasiones debió hacerse cargo del equipo durante la procelosa década de los 40. Ello lo obligó a vivir el amargo trance del descenso a Tercera en 1947, en esa infausta jornada en la que tuvo como rival en el banquillo del Racing de Santander a su apreciado Pedro Areso, campeón, como él, de la Liga de 1935.
Tras dejar el fútbol recibió el calor y el apoyo del gran presidente Pascual Aparicio y de su familia, a cuyo servicio estuvo muchos años. Fue asiduo de las tertulias futbolísticas hasta mediados de la década de los 60 y siempre defendió con uñas y dientes el buen nombre del club y los mucho que representaba el Betis en su vida. Así lo dejó dicho en el número especial editado por el diario "Sevilla" con ocasión del ascenso a Primera en 1958, cuando declaró: "El Betis se siente muy dentro y hay veces que quisiera ser uno más joven para sentir su nombre por los altavoces cuando se va a jugar un partido".
José Suárez González "Peral" falleció el domingo 28 de mayo de 1967, a la edad de 56 años. La víspera lo visitó en su domicilio el presidente bético Julio de la Puerta y su entierro se convirtió en una enorme manifestación de duelo verdiblanco. Con su nombre y su legado se iba una época, un tiempo sin reglajes ni ataduras, que abrazaba por igual los días felices del Betis campeón y los padecimientos más conmovedores de la travesía del desierto.
Ese mismo año, en la asamblea de socios celebrada el 10 de agosto, Pascual Aparicio glosó con generosidad y afecto su figura y pidió que le fuera concedida la Medalla de Oro del Real Betis a título póstumo.
Y en 1969 el Betis creó el Trofeo Peral, una competición destinada a promocionar a los jugadores juveniles y aficionados. Una idea entrañable que insistía en la vocación de cantera que le fue propia al club desde siempre y llevaba el nombre de uno de sus mejores hijos.
Un futbolista que incluso llegó a ser internacional en plena Guerra Civil, aunque su presencia en la selección de la zona nacional nunca tuviera reconocimiento oficial. Algo lógico, ya que sólo representaba a una parte de España y no a la España toda.