HISTORIA | Personalidades del Betis y las cofradías
Pepe Valera, José María de la Concha, Alfonso Jaramillo, Benito Villamarín y el costalero Rafael Gordillo, nombres que vinculan al Betis con las Hermandades y la ciudad
Por Manolo Rodríguez
Dos personalidades del beticismo también llegaron a ser historia muy grande en sus respectivas Hermandades. Esas cofradías que esta semana están ausentes de las calles, pero más presentes que nunca en el corazón de los sevillanos.
Hablamos de Pepe Valera y de José María de la Concha. Dos símbolos para siempre en la inabarcable leyenda del Real Betis.
Ambos se despidieron de este mundo ostentando el número 1 en la nómina de hermanos de sus respectivas corporaciones. Pepe Valera, en la Hermandad de la Carretería y José María de la Concha, en la Hermandad de Los Gitanos. Una dignidad que ya es memoria de la ciudad.
Pepe Valera formó parte como jugador del equipo campeón de Liga en 1935 y, posteriormente, en los duros años de la travesía del desierto, se convirtió en el gran catequista de una causa que parecía definitivamente perdida. Organizó la cantera cuando en el antiguo campo de la Exposición sólo crecían amargamente las desesperanzas y fue secretario técnico y entrenador del primer equipo en diversas etapas.
"Mister Valera", como siempre lo llamó Alberto Tenorio, fue el hombre providencial para que el Betis encontrara aliento en lo peor de la postguerra. En aquellos años de pura indigencia, pidió que los socios destinasen una peseta para poner en marcha una sección de juveniles y les exigió a sus colaboradores que jamás se rindieran por muy difíciles que fueran las circunstancias, que lo eran..
Entre esos colaboradores estaba José María de la Concha, otro nombre en el panteón de hombres ilustres. Jugador, directivo, autor del diseño del actual escudo de la entidad y secretario técnico que construyó el legendario equipo campeón de 1977. Y que, junto a todo esto, falleció siendo el socio número 1 del Real Betis.
Valera y De la Concha pusieron en marcha la cantera al inicio de los años 50, cuando regía los destinos del club Pascual Aparicio. Empezaron con dos primeros equipos juveniles a los que, de manera original, llamaron el A y el Z. De ahí, en cuatro o cinco años, forjaron una cantera con 14 o 15 equipos, alguno de los cuales, como el Juventud, pudo incluso haber subido a Tercera División.
De aquellos equipos juveniles salieron enseguida futbolistas como Luis Del Sol, Peñafuerte, Portu, Valderas, Eugenio o Ruiz-Mesa y, desde entonces, no dejó de manar un caudal de futuro al que en etapas sucesivas se irían sumando otros muchachos como Campos, Telechía, Dioni, Ezequiel, González, Quino, Demetrio, Antón, Cristo o Mellado. Esa generación que se haría acreedora al Trofeo Amberes en 1967, el galardón que premiaba el mejor trabajo de cantera en el fútbol español.
Pepe Valera, nacido en la Puerta del Arenal en 1916, mantuvo siempre su vinculación con la Hermandad de La Carretería, a pesar de que los caminos del balón lo llevaran por muy distintos destinos y de que sus últimos años los viviera en Jerez, donde falleció en 2016. Se fue siendo el número 1 de esa romántica corporación donde tanto aroma bético sigue desprendiéndose de algunos apellidos ejemplares que honran sus filas de nazarenos.
José María de la Concha, por su parte, fue un leal servidor de la Hermandad de los Gitanos en muy distintos momentos y cargos en su Junta de Oficiales. Toda una vida. Ya en 1954, según recuerda la propia cofradía, acudió a Roma portando el estandarte de la Hermandad en el solemne acto de la proclamación de la Realeza de la Santísima Virgen María como Verdad Fundamental de la Iglesia. Y a lo largo de los años no hubo acto, iniciativa o proyecto en el que no estuviera presente
El 28 de abril de 2005 José María de la Concha falleció en Sevilla a la edad de 89 años. Nueve días más tarde, el 7 de mayo, más de 45.000 personas guardaron en su memoria un sobrecogedor minuto de silencio en Heliópolis, antes de iniciarse el partido que enfrentó al Real Betis con su eterno rival. Un choque, que, como homenaje póstumo, ganó el Betis y con el que se dio inicio a los 34 días mágicos que desembocaron en la consecución del título de Copa.
La relación simbólica del universo bético con la Hermandad de los Gitanos se ha mantenido en el tiempo a través de Rafael Gordillo, quien ha sido costalero durante una década muy larga bajo las trabajaderas de Nuestro Padre Jesús de la Salud.
Vecino de calle Artemisa (tan cercana a San Román), hermano desde que era un aspirante a futbolista, nazareno en sus años de juventud, Gordillo pudo, por fin, cumplir el sueño de meterse debajo del paso del Señor cuando ya había cerrado esa brillante carrera que lo elevó a la categoría de leyenda.
Gordillo siempre fue de Los Gitanos. Y lo sigue siendo. Por eso dice a borbotones:
"Aquí están los recuerdos de mi familia, de mi abuelo, de mi tío, que fueron los que me metieron el veneno. Aquí es donde me casé y bauticé a mis hijos. He heredado este sentimiento y resulta muy difícil explicar lo que se siente cuando vas en las trabajaderas. Muchas veces es complicado aguantar las lágrimas. Cuando algún compañero pide por su familia, por sus amigos? La Madrugá de 1998, antes de iniciar una chicotá, el capataz le dedicó la levantá a mi madre que estaba bastante enferma. Y eso es muy difícil que se te pueda borrar de la mente."
Gordillo echó mucho de menos las procesiones durante su estancia en Madrid. Su único consuelo era la radio. Por eso, al volver, se sintió reconfortado al encontrarse a tantos muchachos de Sevilla en el vestuario de Heliópolis. "Entonces se hablaba mucho de Semana Santa cuando llegaban las fechas y se colgaban en el vestuario las imágenes de nuestros Cristos y de nuestras Vírgenes", recuerda.
En la actualidad, ese lazo invisible que sigue uniendo al Betis simbólico con la Hermandad de Los Gitanos se materializa a través de la figura de Arzu, campeón de Copa en 2005 con la camiseta verdiblanca. También él es costalero del "Manué".
Podrían citarse otros muchos ejemplos de grandes béticos que se entregaron con pasión a su cofradía. Lo natural en una ciudad donde la Hermandad y las devociones nos acompañan desde la cuna.
Pero en este apasionado y apresurado recuento es obligado mencionar al llorado Alfonso Jaramillo y a su Hermandad de la Esperanza de Triana. El Betis y Triana. Dos pasiones compartidas por quien fuera un trianero insigne y un apóstol del beticismo. Y un cofrade que le dedicó su vida a la Virgen Morena, esa que es santo y seña del arrabal y guarda.
Como tampoco renunciamos a referir que Benito Villamarín, el presidente de los presidentes, costeó en 1958 el paso del Señor Cautivo en el Abandono de sus Discípulos, como recordaron emocionadamente en 2016 el Club y la Hermandad. Con aquella ofrenda floral que atestó el templo del Tiro de Línea justo en el corazón de las celebraciones por el centenario del nacimiento de Villamarín.
En fin, evocaciones del Betis y las cofradías. Un río con mil afluentes que todos llevan al mismo sitio, a la ciudad de Sevilla. La que nos da sentido. Y a la que nos debemos.
Así sea por más generaciones de béticos y cofrades que vaya llegando.