Visitas del Granada, ovaciones para Benito Villamarín
Dos partidos entre béticos y rojiblancos en la década de los sesenta tuvieron como protagonista a Benito Villamarín, recibido, en ambas ocasiones, con vítores y aplausos en el palco presidencial
Por Manolo Rodríguez
A principios de la década de los sesenta el Granada se fue a Segunda División después de cuatro temporadas en la máxima categoría. Unos años en los que siempre vivió peligrosamente, aunque para la memoria colectiva haya quedado, preferentemente, el regusto hermoso de aquella final copera jugada heroicamente en 1959 contra el Barcelona de Helenio Herrera.
En las temporadas 59-60 y 60-61 el equipo granadino visitó Heliópolis hacia el final de liga (en ambas ocasiones en el mes de abril) y las dos veces ganó el Betis. Triunfos que a nivel deportivo quizá no tuvieran una gran relevancia para los verdiblancos, pero que en el aspecto social llegaron a convertirse en hitos destacados sobre la relación que entonces mantenían los aficionados béticos con su presidente Benito Villamarín.
En uno y otro partido la tarde arrancó con ovaciones multitudinarias al mandatario bético. Aplausos y vítores con el público puesto en pie en sus asientos y con Villamarín saludando entre clamores. Y en el partido de 1961 hasta el Granada se sumó al homenaje formando ante el palco presidencial en compañía de los jugadores locales.
Lo más llamativo es que tan espontáneas muestras de adhesión se correspondieron en el tiempo con cuestiones muy distintas. Nada que ver la una con la otra.
Así, por ejemplo, en 1960 lo que pretendieron testimoniar los socios béticos fue su apoyo al presidente ante la enorme tormenta institucional que había provocado el traspaso de Luis del Sol al Real Madrid.
Aquellos días fueron tremendos. El 31 de marzo se disputa en Heliópolis un amistoso entre el Betis y el Tenerife y Del Sol, restableciéndose de una lesión de ligamentos, está viendo el partido en la grada. Allí lo buscan y le dicen que baje a la caseta, que va a jugar un rato, que no hace falta que intervenga, sólo que se le vea correr. Así lo hace, casi al mismo tiempo que se entera que en la tribuna están los dirigentes madridistas Raimundo Saporta y Antonio Calderón. Después acude a la casa de Villamarín quien le anuncia que al día siguiente va a volar a Madrid. Una vez en la capital de España firma de inmediato por el club blanco.
La noticia se conoce en Sevilla al día siguiente. El Madrid paga seis millones y medio de pesetas, más tres jugadores, Llorens, Pallarés y Martín Esperanza, procedentes de su filial el Plus Ultra, a lo que debe sumarse un partido amistoso a jugar en Heliópolis.
La reacción de la gente navega en principio entre el desconcierto y la decepción. Apenas 48 horas antes Villamarín ha declarado en el diario “Pueblo” que Del Sol no se vende. Y Del Sol, además, es todo un símbolo, el capitán, el orgullo de los béticos, la joya de la corona que remata el escudo.
El presidente actúa el lunes 4 de abril. Se reúne con los representantes de las peñas y les expone sus razones. Les dice que la operación es muy ventajosa para el club y que alguna vez tendría que pasar algo así. Sus explicaciones convencen a los socios.
Al día siguiente, Luis del Sol debuta como madridista en un amistoso en el Bernabéu contra el Deportivo de la Coruña y el día 6 llegan a Sevilla los tres nuevos refuerzos. Todos ellos rendirán en el Betis. En particular, Antonio Pallarés, que permanecerá en el club siete temporadas.
En medio de este clima llega el Granada a Heliópolis el domingo 10 de abril. Domingo de Ramos. Para no colisionar con los desfiles procesionales, el partido se programa a las cuatro de la tarde. El calor es sahariano.
El equipo rojiblanco, que dirige el húngaro Kalmar, viene con ocho supervivientes del subcampeonato copero (Piriz, Larrabeiti, Vicente Díaz, Becerril, Benavidez, Ramoní, Arsenio Iglesias y Carranza), mientras que el Betis, concentrado en Oromana desde el Viernes Santo, sale con Otero; Grau, Ríos, Santos; Bosch, Isidro; Lasa, Kuszmann, Vila, Rojas y Areta.
Al acceder al palco, el público, que casi llena el estadio, le tributa una sonora ovación a Benito Villamarín, que agradece las muestras de apoyo. Saluda a los aficionados y se muestra reconfortado. Parece que la crisis ha quedado cerrada.
En la hierba, gana el Betis por 3-2, goles de Isidro y dos de Kuszmann. El Granada sólo recorta la distancia en el último tramo del encuentro con los tantos de los argentinos Benavidez y Carranza. Aquella liga la acaban los verdiblancos en séptima posición; el Granada es duodécimo.
Mucha mayor trascendencia tuvieron los hechos que justificaron los aplausos de un año más tarde, en 1961. Esta vez no obedecían a una coyuntura futbolística ni a un desencuentro de familia. No, esta vez era mucho más grave. Villamarín estaba enfermo y desde hacía meses permanecía en Norteamérica, sometido a una delicada intervención quirúrgica y al tratamiento posterior que combate el tumor pulmonar que padece.
A falta de tres jornadas el Betis recibe al Granada. Entre Semana Santa y Feria. Hace calor y, por ello, la Junta Directiva acuerda que el partido se dispute el sábado 8 de abril, bajo la luz de los focos de Heliópolis. A las diez y media.
Sin embargo, a mitad de semana se conoce que Benito Villamarín regresará de Boston en la noche de ese mismo sábado. El Betis, entonces, le pide a la Federación que le autorice a retrasar el partido al domingo para que el presidente pueda acudir al estadio. Así ocurre y el encuentro se fija para las seis menos cuarto.
El recibimiento en el aeropuerto es muy cálido. Acuden directivos, peñistas y federativos de la Andaluza. Villamarín tiene muy buen aspecto. Sonríe y saluda a las cámaras que le aguardan. Todos se citan para el día siguiente.
Llegado el domingo, el presidente intenta ser discreto. Accede al campo por una puerta reservada, pero las muestras de afecto no dejan de sucederse. Todos lo paran y le expresan su satisfacción porque esté de nuevo en casa.
El momento culminante se produce cuando aparece en el palco. El graderío, puesto en pie, aplaude durante varios minutos. Benito Villamarín, solo en el centro de la balconada, saluda al público con la mano derecha. Una memorable foto convierte su emoción en historia del Betis.
Al tiempo, los jugadores de ambos equipos y el trío arbitral forman frente al palco. Después, el capitán bético, León Lasa, le hace entrega de un ramo de flores a su esposa, Ángeles Guillén. Las ovaciones vuelven al final del partido.
El partido lo gana el Betis por 2-1, con goles de Pallarés y Gargallo. El Granada se va a Segunda esa tarde y tardará cinco años en regresar. Y cuando lo haga, en la temporada 1966-67, habrá de jugarse la permanencia en una dramática promoción contra los verdiblancos. Una promoción que ganará el Betis.
Pero esa es otra historia en la que, desgraciadamente, ya estará ausente Benito Villamarín, a quien la enfermedad se lo llevó de este mundo el 15 de agosto de 1966. Pero para el recuerdo quedan esas gratificantes ovaciones a su persona cuando el Betis y el Granada estaban sobre el terreno de juego.