Del Sol se despide de la liga en Heliópolis
El gran mito de la historia verdiblanca jugó contra el Celta de Vigo su último partido liguero en el Villamarín, en el mes de mayo de 1973
Por Manolo Rodríguez
Luis del Sol ha sido el más grande de los jugadores béticos de todos los tiempos. El mito supremo. El ídolo al que la revista del club llamó el dios de nuestros padres cuando se cumplieron los 60 años de su debut. Un nombre que ha sido venerado de generación en generación en el universo bético.
Con apenas 19 años, Luis del Sol fue la gran joya de la corona de aquel Betis que culminó la travesía del desierto. Después, llegó a la presidencia Benito Villamarín y sus nombres quedaron asociados para siempre. Ambos han sido por los siglos de los siglos los símbolos de la regeneración del club y, sobre todo, los pilares sobre los que se asentó el retorno verdiblanco a Primera División.
Se convirtió enseguida en uno de los grandes nombres del fútbol español y su calidad y su fuerza despertaron el interés de los clubes más poderosos del continente. En abril de 1960 se anunció su traspaso al Real Madrid por seis millones quinientas mil pesetas y un mes más tarde volvió a Heliópolis con su nueva camiseta para enfrentarse al Betis en la final de la Copa Benito Villamarín. Venció el equipo blanco por 0-1 y, desde entonces, el museo del estadio Santiago Bernabéu acoge el trofeo de oro de mayor valor material que se custodia en aquel mitológico espacio.
Con el Real Madrid ganó una Copa de Europa, una Intercontinental, dos Ligas y una Copa de España, y tuvo, además, la posibilidad de debutar en la selección española absoluta. Coetáneo de algunos jugadores fundamentales en la historia del fútbol español (De Stéfano, Puskas, Gento, Kubala, Suárez) llegó a ser considerado una de las más importantes figuras del fútbol europeo. Una grandeza que motivó su traspaso a la Juventus de Turín por la fabulosa suma de treinta y cinco millones de pesetas.
Durante varias temporadas fue capitán de la Vecchia Signora y desde 2012 su nombre está incluido en el pasillo de la fama del nuevo estadio bianconero. Fueron sus propios aficionados quienes lo eligieron como uno de los 50 jugadores más relevantes de la historia del club, junto a nombres tan solemnes como Boniperti, Sívori, John Charles, Zoff, Roberto Baggio, Zidane, Del Piero o Buffon.
Completó su carrera italiana en la Roma de Helenio Herrera y en 1972 decidió volver al club de su vida, al Real Betis que entonces presidía José Núñez Naranjo. Aquel verano en que se levantaba la tribuna de Gol Sur que ya es historia y sólo se hablaba del retorno del mito. Una noticia superlativa.
El entrenador Ferenc Szusza lo recibió entre sonrisas y abrazos y enseguida se vio plenamente integrado en una plantilla que se había reforzado con jugadores cargados de futuro como Genaro, Aramburu o el rapidísimo extremo Rafael del Pozo.
Con 37 años cumplidos redebutó con la camiseta del Betis. El 2 de septiembre de 1972. Dieciocho temporadas después. Fue en el estadio del Molinón, frente al Sporting de Gijón, con el siguiente equipo: Pesudo; Mellado, Telechía, Frigols, Cobo; López, Genaro, Del Sol, Rogelio; Macario (Aramburu, m.75) y Benítez (González, m.70).
Figuró como titular indiscutible en las primeras jornadas del campeonato, pero después una lesión lo tuvo dos meses en el dique seco. Reapareció en el mes de diciembre (precisamente en Balaídos contra el Celta) y ya por entonces el equipo estaba en apuros. Metido en la zona de descenso y anunciando que la campaña vendría marcada por la preocupación y el sufrimiento.
A partir de ese momento, Del Sol le dio equilibrio al mediocampo y ayudó a que se ganaran puntos que parecían impensables. Por ejemplo, aquella victoria contra el Atlético de Madrid que dirigía Max Merkel, un equipo que iba lanzado hacia el título de liga que finalmente acabaría alcanzando. En aquel encuentro, por cierto, expulsaron a Del Sol por agredir al duro zaguero paraguayo Benegas. En las casetas, declaró que el defensa le había escupido y que por eso le golpeó. “Algo mucho más censurable –dijo- que una patada o un insulto de palabra”. Los códigos del fútbol.
Por mor de las lesiones no pudo participar en ninguno de los dos partidos disputados contra el Real Madrid, pero sí estuvo presente en las cuatro jornadas finales, las que iban a decidir la suerte verdiblanca en aquella temporada 1972-73.
Encadenaron sendos empates contra la Real Sociedad y el Málaga y para la penúltima jornada se anunció un dramático Betis-Celta. Un duelo a todo o nada entre dos equipos que se hallaban en la zona de máximo peligro. El último partido de liga en Heliópolis.
Las vísperas son tremendas. Cargadas de tensión y nervios. El partido se fija para las cinco de la tarde en medio de un calor sahariano. El Betis sale al campo entre el júbilo de la peñistas que los aguardan en la boca del túnel y, de inmediato, el terreno se llena de niños que abrazan a los jugadores y piden autógrafos. Incluso salta a la hierba un animador profesional que inflama el ambiente acudiendo a cada una de las tribunas con una enorme bandera.
Arbitra el respetado Guruceta Muro y las alineaciones son las siguientes:
Real Betis: Pesudo; Bizcocho, Telechía, Frigols, Cobo (Roselló, m.84); González, Del Sol, Orife; Del Pozo (Aramburu, m.65), Nebot y Benítez.
RC Celta; Alarcia; Domínguez, Rivas, Manolo, Navarro; Castro, Fernández Amado, Juan; Rodilla, Sanromán (Villar, m.71) y Jiménez.
Los equipos se ponen en el campo como cabía esperar, a pesar de que los entrenadores juegan al equívoco. Así, por ejemplo, Szusza le da al delantero centro Nebot la camiseta número 6, mientras que su colega Aretio intenta despistar intercambiando los dorsales de Manolo y Castro.
Sin embargo, las cosas se aclaran pronto. Apenas en el minuto 1. Un centro largo de Bizcocho desde el costado derecho lo intenta ceder de cabeza a su portero el defensa Domínguez. El balón se queda corto y Benítez, con habilidad, lo mete con un globito por encima de Alarcia.
El gol tempranero deja en estado de shock a ambos equipos. Al Betis porque gana y al Celta porque pierde. Jugándose lo que se juegan está justificado.
De ahí en adelante pasan muy pocas cosas. Casi ninguna. El Betis se impone en la agonía y todo queda fiado para una semana más tarde en Castellón.
Pero en esa jornada final nada sale como debe. Al Betis le basta un punto, pero pierde. Y sus rivales directos (Celta y Sporting) ganan contra pronóstico al Real Madrid y al Oviedo. Se consuma el descenso y Luis del Sol decide retirarse del fútbol. Queda escrito que su último partido de liga en Heliópolis fue el jugado contra el Celta.
La directiva intenta convencerlo para que siga una temporada más, pero el mito no está muy conforme con Ferenc Szusza. No le gusta lo que ha visto. Años más tarde declarará que “el húngaro tenía una mentalidad distinta a la nuestra y pensó que nos íbamos a salvar jugando alegremente, sin marcajes ni precauciones. En Castellón nos lo jugábamos todo y salimos al campo como si fuera un partido más. En lugar de amarrar, de jugar con la cabeza, salimos a jugar al fútbol y así nos fue. No marcamos a sus hombres claves y nuestra mentalidad no era la idónea, por eso perdimos, No éramos peores que los del Castellón”.
Aún jugará dos partidos más de Copa en el Villamarín, pero la historia liguera de Luis del Sol prescribe a la vista de los béticos aquel 13 de mayo de 1973 con el Celta de Vigo (vestido de azul añil) enfrente. Una hermosa historia y una enorme leyenda que había echado a andar el 14 de noviembre de 1954, la tarde en que el joven Del Sol debutó en Heliópolis con triunfo bético ante el Sabadell por 3-2. Compartiendo delantera con Villota y Flores. El principio de una carrera mitológica.