HISTORIA | La primera vez que el Real Betis jugó en Europa
El empeño de Villamarín y la capacidad diplomática de José María de la Concha hicieron posible que el equipo verdiblanco debutara en la Copa de Ferias en septiembre de 1964
Por Manolo Rodríguez
El Real Betis se estrenó en competición europea el miércoles 9 de septiembre de 1964 jugando en Heliópolis contra el Stade Français de Paris. Fue su primera aventura futbolística en el continente y la culminación del proceso de crecimiento que se había iniciado en 1958 con el ascenso a Primera División. Un hito histórico que llegaba apenas unos días después de haber ganado el Carranza y que le hacía justicia a la extraordinaria clasificación obtenida por el equipo en la Liga anterior.
Precisamente ese tercer puesto en el campeonato pasado fue el que hizo posible que el Real Betis pudiera acceder a las competiciones europeas. El sueño que el presidente Benito Villamarín había alentado desde años antes (ya lo había solicitado en 1962 y 1963) y que por fin en 1964 se concretó con la inscripción verdiblanca en la Copa de Ciudades en Ferias, el torneo que se convertiría en el antecedente de lo que después fue la Copa de la UEFA y, en la actualidad, la UEFA Europa League.
La Copa de Ciudades en Ferias se había puesto en marcha en 1955 impulsada por la recién creada Unión Europea de Fútbol Asociación (UEFA) y con el padrinazgo de las Federaciones de Inglaterra, Italia y Suiza. Nació a la contra de la Copa de Europa que había promovido el rotativo deportivo francés L'Equipe, con el inestimable apoyo del Real Madrid, y su fin primordial era vincular el fútbol con el crecimiento comercial de las ciudades europeas que tan lentamente se recuperaban de la devastación de la II Guerra Mundial. Que el fútbol fuera un elemento más de relación económica entre los países.
La idea inicial era que se enfrentaran entre sí selecciones de ciudades que albergasen una Feria de rango internacional, aunque desde el primer momento fueron equipos y no selecciones los que mayoritariamente se apuntaron al torneo. Para participar en ella no era necesario haberse adjudicado ningún título de Liga o Copa y el principal impulso desde España se lo dio el FC Barcelona que, de hecho, fue el campeón de las dos primeras ediciones.
Ya en diciembre de 1963, apoyado en la excelente marcha liguera del equipo, Villamarín decidió pisar el acelerador para conseguir que el Real Betis fuera invitado a la siguiente edición del torneo europeo. Le encargó la gestión al secretario técnico José María de la Concha quien, a partir de entonces, inició una intensa actividad diplomática.
Viajó a Bolonia para entrevistarse con el presidente de la Federación Italiana, Ottorino Barrasi, y tejió una firme red de contactos con los federativos españoles cercanos al Comité Ejecutivo de la Copa de Ciudades en Ferias, en particular con el vicepresidente de este organismo, Francisco Román.
Concluida la Liga tras el Real Madrid y el FC Barcelona, los dirigentes béticos daban por hecho que el Real Betis tendría plaza europea. Así lo publicaron incluso algunos periódicos a principios de junio, apoyados en el hecho de que se hallaba en estudio una ampliación del número de equipos que disputarían el torneo continental.
El único problema es que a la Copa de Ciudades en Ferias no se accedía directamente por la clasificación deportiva. Tenían que invitarte después de que acreditaras cumplir todos los requisitos. Y el principal de todos ellos estaba resuelto, ya que la ciudad de Sevilla contaba desde 1958 con una Feria Nacional de Muestras, que en febrero de 1962 había alcanzado el rango de Feria Iberoamericana, bajo la presidencia de José González Reina.
Sólo quedaba, pues, que se valorara el momento deportivo del club. Pero lo mismo querían otros varios equipos españoles que también presionaban ante el organismo continental. Se sucedían los rumores, pero nadie garantizaba nada.
Con esa incertidumbre se convocó para el 25 de junio de 1964 en Barcelona la Asamblea de la Copa de Ciudades en Ferias. El día antes se reunió el Comité Ejecutivo y ardió Troya. El organismo europeo partió de la idea de admitir sólo a dos clubes españoles y ese derecho se lo disputaron el Barcelona, el Valencia, el Zaragoza, el Athletic de Bilbao, el At. Madrid y el Real Betis. La pelea entre los equipos españoles fue feroz. Encarnizada y, por momentos, muy desagradable.
De la Concha pidió la palabra una y otra vez, desmontó las prerrogativas que se atribuían principalmente el Barcelona y el Valencia, amenazó con impugnar los acuerdos que se adoptaran y manifestó claramente su propuesta de ampliar el número de equipos. También en esas horas tensas Benito Villamarín mantuvo una conversación telefónica con el presidente de la FIFA, Stanley Rous, a quien le unía una cordial relación.
La Asamblea dio comienzo con enorme suspense y finalmente se impuso la tesis de elevar a 48 el número de equipos participantes (hasta entonces eran 32), éxito que se le atribuyó al vicepresidente Francisco Román Cenarro, hombre cercano a los dirigentes verdiblancos. Una decisión que garantizaba la participación del Real Betis y de todos los demás equipos españoles que aspiraban a ello. De la Concha estaba eufórico.
Esa misma tarde, sobre la marcha, se sortean las eliminatorias. El Betis queda encuadrado en el Grupo XI y su primer rival es el Stade Français de París. En caso de superar la eliminatoria debería jugar contra el ganador del otro cruce del grupo, el que enfrentaría a la Juventus de Turín y a la Royale Union Saint-Gilloise belga.
Pero no pudo ser. El equipo verdiblanco cayó ante el conjunto francés y la afición de Heliópolis nunca pudo disfrutar de la satisfacción que hubiera sido ver en Heliópolis a Luis del Sol con la camiseta de la Juventus, club en el que reinaba en ese momento. Los turineses, por supuesto, se deshicieron con facilidad de los modestos belgas y llegaron hasta la final misma del torneo, aunque, extrañamente, perdieran esa final en su propio campo ante el Ferencvaros húngaro.
El primer partido europeo en el Benito Villamarín se jugó a las nueve menos cuarto de la noche del miércoles 9 de septiembre de 1964. Lleno casi total.
Ambos equipos salen al césped portando las banderas de los países contendientes. El Betis, con calzonas negras. Los franceses, de blanco completo, con una doble franja azul y roja en la camiseta.
Suenan los himnos nacionales con las escuadras flanqueando al trío arbitral. Eusebio Ríos y el internacional suizo Pottier ofician como capitanes. En el banquillo verdiblanco se sienta Luis Hon; el francés lo ocupa Henri Priami, aunque éste y sus ayudantes prefirieron ver el partido desde la tribuna para contar con una mejor visión del juego.
Arbitró el portugués Francisco Guerra y, a sus órdenes, las alineaciones fueron las siguientes:
Real Betis: Pepín; Aparicio, Rios, Paquito; López Hidalgo, Suárez; Breval, Frasco, Ansola, Azcárate y Rogelio.
Stade Français: Carnus; Stasiak, Trusas, Baconnier; Bacquet, Stako; Berange, Peri, Fefeu, Pottier y Alba.
El primer gol lo hizo el Real Betis al inicio de la segunda parte. Un trallazo de López Hidalgo que batió a Carnus. El empate del Stade Français llegó a falta de catorce minutos para el final. Lo marcó Pottier tras una brillante jugada personal.
Tres semanas más tarde se disputó el choque de vuelta en el Parque de los Príncipes, el 30 de septiembre. Los verdiblancos presentaron cuatro cambios (jugaron Lasa, Grau, Pallarés y Bosch en sustitución de Aparicio, Suárez, Azcárate y Rogelio) y la decepción fue rotunda. Perdió 2-0 en un mal partido.
Ahí acabó aquella primera aventura europea por la que tanto lucharon Villamarín y De la Concha. Un orgullo que tardaría 13 años en volver a Heliópolis.